miércoles, 4 de enero de 2012

Haciendo buenas migas

Lentamente nos vamos entendiendo mejor. Todavía me embola soberanamente que cada día de control se transforme en casi 12 horas fuera de casa, pero por suerte, ahora nos toca encontrarnos cada 15 días. Cada martes es un caos, la paso horrible, duermo mal, muy poco, me empieza a doler el estómago, viajo mucho, espero mucho...y si bien la doc le pone toda la onda y me dice "No te estreses, tomátelo con calma" (cuando por ejemplo la gente de laboratorio ignora el cartelón de "urgente, paciente inmunosuprimida" y me da turno para retirar los estudios 2 días después y no en un par de horas como debería) yo todavía no lo puedo evitar.
Lo bueno es que con ella nos estamos llevando mejor, ya no me resulta chocante, no me irrita. Empecé a entenderla: muchos pacientes, algunos muy ansiosos, otros muy depres, otros tantos poco obedientes. Cada semana me cruzo con alguno de ellos en la sala de espera, bah... el pasillo, y comienzo a socializar (increiblemente en mí). Y sí, todos tenemos lo mismo, pero todos somos diferentes... salvo que compartimos los primeros síntomas, después, cada uno es un mundo.
Volviendo a mí, ayer bajé nuevamente la dosis de corticoides, con un poco de temor porque hasta ahora nunca había podido llegar a tomar esta cantidad y sentirme bien. Pero tengo fe en que todo va a salir lindo y no voy a tener problemas.
En el hospital estaban faltando reactivos en hemoterapia, así que algunos resultados vienen en carreta. Por ahora nos mantenemos internéticamente comunicadas con mi doctorcita (cariñosamente, es chiquita y enérgica) viendo cómo terminar de ajustar las dosis de medicación, especialmente el inmunosupresor. Por lo menos algo a favor, ¡una doc piola que utiliza la tecnología a su favor y en beneficio de los pacientes! Supongo que hoy me dirá finalmente qué y cuánto tomar.
Ayer le llevé un presente, pero creo que llegó hecho trizas. Mi amiga, que me acompañó amablemente (creyendo que era "un trámite" y estaríamos de vuelta pronto, je), confesó que la bolsa donde viajaba el regalito sufrió una caida estrepitosa mientras yo tramitaba algo en alguna ventanilla. Luego no corroboré el estado del regalito. ¡Qué vergüenza si llegó roto! Después le voy a preguntar a Maricel, ya veo que tuvo que tirar todo tal cual lo recibió, jaja... porque encima tengo esa costumbre de salir rapidísimo del consultorio, casi como si tuviera claustrofobia. No termino de decir "Chau, hasta la próxima" que ya estoy con el picaporte en mano y un pie afuera.

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